2.2. Características formales
La gran novedad que significa esta obra es que en ella Boccaccio se presenta como el primer gran narrador en lengua vulgar, en este caso la lengua toscana, a la que elevó a la misma altura en que la habían puesto, en verso, Dante y Petrarca.
El marco que idea el autor para ofrecer sus relatos está perfectamente estructurado. Un grupo de jóvenes (siete mujeres y tres hombres) se refugia en una villa a las afueras de Florencia para huir de la peste negra. Para olvidar esta aflicción, se proponen relatar cada uno de ellos un cuento o "novela" a lo largo de los días días que dura el retiro (en griego deca = 'diez' y hemera = 'día'). Son, en total, cien narraciones, que terminan con una canzone, poema entonado por uno de los narradores. Esta estructura permite la fusión de elementos dispares, así como la utilización de muchos otros procedentes de la narrativa oriental, en especial de Las mil y una noches.
|
Imagen en Flickr de cod_gabriel bajo CC |
Con esta obra, Boccaccio da un gran paso adelante, al conseguir la maduración de la prosa italiana, que se muestra realista y cómica a la vez. El autor consigue huir de la monotonía, pues siempre hay personajes y sucesos que cautivan la atención del lector.
A pesar de su gran modernidad, la obra también presenta características que la unen a la tradición de la Edad Media. Así,
- La estructura enmarcada se explica por el gusto medieval por el orden y la jerarquía de todos los elementos.
- Muchos cuentos tienen un marcado carácter didáctico, tal y como ocurre con las colecciones de cuentos orientales, especialmente Las mil y una noches.
- También persiste la influencia de la tradición eclesiástica del ejemplo moral que ofrece la vida de algunos personajes.
Tenía fray Cebolla un criado a quien algunos llamaban Guccio Balena y otros Guccio Imbratta, y quien le decía Guccio Porco, el cual era tan feo que no es verdad que Lippo Topo pintase a alguien semejante. Del que muchas veces fray Cebolla acostumbraba a reírse con su compañía y a decir: -Mi criado tiene nueve cosas tales que si una cualquiera de ellas se encontrase en Salomón, en Aristóteles o en Séneca tendría la fuerza de estropear todo su entendimiento, toda su virtud, toda su santidad. ¡Pensad qué hombre debe ser éste en quien ni virtud, ni entendimiento ni santidad alguna hay, habiendo nueve cosas!
Y siendo alguna vez preguntado que cuáles eran estas nueve cosas, y habiéndolas puesto en verso, respondía:
-Os las diré: es calmoso, pringoso y mentiroso; negligente, desobediente y malediciente; descuidado, desmemoriado y maleducado, sin contar con que tiene algunos defectillos, además de éstos que mejor es callarlos. Y lo que es sumamente risible de sus asuntos es que en todos los sitios quiere tomar mujer y arrendar una casa, y teniendo la barba larga y negra y grasienta le parece que es tan hermoso y placentero que cree que cuantas mujeres le ven se enamoran de él y si se le dejase andaría detrás de todas perdiendo las calzas. Y es verdad que me es de gran ayuda porque nunca hay nadie que me quiera hablar tan en secreto que él no quiera oír su parte, y si sucede que me pregunten alguna cosa siente tanto miedo de que yo no sepa responder que prestamente responde él sí o no, según juzga que conviene.
Boccaccio. El Decamerón (VI, 10)