Este breve cuento de Borges —y aquí el concepto de cuento frente a relato adquiere toda su validez— nos habla de la muerte y de la inmortalidad a través de un curioso diálogo entre la primera letra del abecedario y la última, A y Z. Es un diálogo "sobre un diálogo", es decir, que el primer interlocutor refiere una conversación mantenida previamente entre Macedonio Fernández, escritor argentino amigo personal de Borges, y él mismo. La primera intervención sirve para mostrar la espiritualidad de Fernández, su postura metafísica ante la vida y la muerte, negando en último término la importancia de esta. En la conversación se introducen dos elementos de suspense a modo de premisas afirmativas : la navaja —símbolo de amenaza— y La cumparsita —marcha carnavelesca convertida casi en un himno—. Y tras esto, como en un aplastante silogismo aristotélico, se llega al único juicio posible: el suicidio. El juego lógico se ve más claro en el término utilizado por "Z", "resolvieron", como si de una ecuación se tratase.

Filosofía y poesía son, en principio, los dos ejes en los que se formula esta breve narración ficticia. Pero aún hay un tercero. El dramático. Es destacable la fórmula de acotación que maneja el autor para introducir  la acción o el punto de vista de los interlocutores. Con ello el diálogo se dramatiza y pierde parte del ritmo poético  y del tono metafísico que se habían alcanzado en la primera intervención.

Por último, el final subjetivo, abierto y extraño, sobre todo extraño,  que atrapa el interés del lector.

Con todos estos elementos, es un cuento magistralmente redactado, que en su brevedad comprende lirismo, teatralidad y narración.

b) Ya se han apuntado los temas que tratan el personaje "A" con su amigo Macedonio Fernández. Sin embargo, hay que profundizar un poco más y observar que este tema realmente no coincide con el del cuento que, como su título indica, no es otro que el de la construcción de un diálogo. Los personajes presentes dialogan sobre un diálogo sucedido previamente. Los textos de Borges suelen plantear este tipo de dificultades de contenido y formales, aunque aparentemente sea una escritura sencilla.

• "despachaba infinitamente": referido al acordeón que tocaba una y otra vez el tango, composición que iba repitiendo sus compases sin límite. La elección del verbo "despachar" no es gratuita, pues le da al sintagma un valor comercial y, posiblemente, sitúa la escena en un ambiente como en una taberna.
• "pamplina consternada": el término "pamplina" está empleado de forma coloquial, con un doble curioso sentido: dicho o cosa de poca entidad, fundamento o utilidad, o —por la que nos inclinamos— manifestación poco sincera que pretende halagar a alguien o congraciarse con él. Si a ello se le une el adjetivo que le acompaña, cuyo significado se asocia al abatimiento personal, la ironía cobra fuerza pues los personajes se distancian de la música en lugar de sentirla como agradable.