3.1. El cuento
Durante la Edad Media aparecen diversas colecciones de cuentos y relatos breves, denominados ejemplos, apólogos o fábulas. A menudo son de origen árabe o hindú, y tenían una intención didáctica y moralizadora. Los sacerdotes solían ilustrar con ellos sus sermones, y asimismo se usaban en la educación de los hijos de los nobles y reyes.
Como ya has leído en el Tema 1, muchos de estos cuentos son de origen oriental. Aprovecha la ocasión para ampliar con este vídeo tus conocimientos sobre las literaturas orientales durante la Edad media.
Desde el siglo XIV empieza a manifestarse una nueva mentalidad, favorecida por el desarrollo de las ciudades y de la clase burguesa. El realismo, la sátira y la sensualidad de esta nueva narrativa indican ya un cambio de rumbo en la literatura.
El italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375) escribe una colección de cuentos titulada El Decamerón. Es una recopilación de cien cuentos que toma como hilo conductor la huida de Florencia, a causa de la peste, de diez jóvenes que se refugian en el campo. Durante diez días, cada uno de ellos se compromete a contar una historia diaria. La mayoría de estas historias se desarrollan en la sociedad de la época, y a través de ellas Boccaccio satiriza los vicios y debilidades de sus contemporáneos. Los temas son muy diversos: los hay eróticos, trágicos, humorísticos, líricos... Pero lo que caracteriza a esta obra es su alejamiento de la intención moral de la narrativa anterior.
En Inglaterra Geoffrey Chaucer (1340-1400) escribe otra recopilación de relatos titulada Cuentos de Canterbury. El hilo argumental es el de un grupo de personajes que peregrinan desde Londres al santuario de Santo Tomás de Canterbury, y relatan historias para hacer el viaje más llevadero.
"...Y primeramente con muchas palabras le mostró cuán enemigo de Nuestro Señor era el diablo, y luego le dio a entender que el servicio que más grato podía ser a Dios era meter al demonio en el infierno, adonde Nuestro Señor le había condenado. La jovencita le preguntó cómo se hacía aquello; Rústico le dijo: -Pronto lo sabrás, y para ello harás lo que a mí me veas hacer. Y empezó a desnudarse de los pocos vestidos que tenía, y se quedó completamente desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y se puso de rodillas a guisa de quien rezar quisiese y contra él la hizo ponerse a ella. Y estando así, sintiéndose Rústico más que nunca inflamado en su deseo al verla tan hermosa, sucedió la resurrección de la carne; y mirándola Alibech, y maravillándose, dijo: -Rústico, ¿qué es esa cosa que te veo que así se te sale hacia afuera y yo no la tengo? -Oh, hija mía -dijo Rústico-, es el diablo de que te he hablado; ya ves, me causa grandísima molestia, tanto que apenas puedo soportarle.
Entonces dijo la joven:
-Oh, alabado sea Dios, que veo que estoy mejor que tú, que no tengo yo ese diablo.
Dijo Rústico:
-Dices bien, pero tienes otra cosa que yo no tengo, y la tienes en lugar de esto.
Dijo Alibech:
-¿El qué?
Rústico le dijo:
-Tienes el infierno, y te digo que creo que Dios te haya mandado aquí para la salvación de mi alma, porque si ese diablo me va a dar este tormento, si tú quieres tener de mí tanta piedad y sufrir que lo meta en el infierno, me darás a mí grandísimo consuelo y darás a Dios gran placer y servicio, si para ello has venido a estos lugares, como dices.
La joven, de buena fe, repuso:
-Oh, padre mío, puesto que yo tengo el infierno, sea como queréis. Dijo entonces Rústico:
-Hija mía, bendita seas. Vamos y metámoslo, que luego me deje estar tranquilo. Y dicho esto, llevada la joven encima de una de sus yacijas, le enseñó cómo debía ponerse para poder encarcelar a aquel maldito de Dios.
La joven, que nunca había puesto en el infierno a ningún diablo, la primera vez sintió un poco de dolor, por lo que dijo a Rústico:
-Por cierto, padre mío, mala cosa debe ser este diablo, y verdaderamente enemigo de Dios, que aun en el infierno, y no en otra parte, duele cuando se mete dentro. Dijo Rústico:
-Hija, no sucederá siempre así.
Y para hacer que aquello no sucediese, seis veces antes de que se moviesen de la yacija lo metieron allí, tanto que por aquella vez le arrancaron tan bien la soberbia de la cabeza que de buena gana se quedó tranquilo.
Pero volviéndole luego muchas veces en el tiempo que siguió, y disponiéndose la joven siempre obediente a quitársela, sucedió que el juego comenzó a gustarle, y comenzó a decir a Rústico: -Bien veo que la verdad decían aquellos sabios hombres de Cafsa, que el servir a Dios era cosa tan dulce; y en verdad no recuerdo que nunca cosa alguna hiciera yo que tanto deleite y placer me diese como es el meter al diablo en el infierno; y por ello me parece que cualquier persona que en otra cosa que en servir a Dios se ocupa es un animal.
Por la cual cosa, muchas veces iba a Rústico y le decía:
-Padre mío, yo he venido aquí para servir a Dios, y no para estar ociosa; vamos a meter el diablo en el infierno.
Haciendo lo cual, decía alguna vez:
-Rústico, no sé por qué el diablo se escapa del infierno; que si estuviera allí de tan buena gana como el infierno lo recibe y lo tiene, no se saldría nunca.
Así, tan frecuentemente invitando la joven a Rústico y consolándolo al servicio de Dios, tanto le había quitado la lana del jubón que en tales ocasiones sentía frío en que otro hubiera sudado; y por ello comenzó a decir a la joven que al diablo no había que castigarlo y meterlo en el infierno más que cuando él, por soberbia, levantase la cabeza:
-Y nosotros, por la gracia de Dios, tanto lo hemos desganado, que ruega a Dios quedarse en paz. Y así impuso algún silencio a la joven, la cual, después de que vio que Rústico no le pedía más meter el diablo en el infierno, le dijo un día:
-Rústico, si tu diablo está castigado y ya no te molesta, a mí mi infierno no me deja tranquila; por lo que bien harás si con tu diablo me ayudas a calmar la rabia de mi infierno, como yo con mi infierno te he ayudado a quitarle la soberbia a tu diablo..."
BOCCACCIO, Decamerón (novela décima de la tercera jornada).
Verdadero Falso
Verdadero Falso
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Verdadero Falso
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- Durante la Edad Media aparecen diversas colecciones de cuentos y relatos breves de intención moral denominados ejemplos, apólogos o fábulas.
- El italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375) escribe una colección de cuentos titulada El Decamerón.
- En Inglaterra Geoffrey Chaucer (1340-1400) escribe otra recopilación de relatos titulada Cuentos de Canterbury.
En Internet puedes encontrar aquí la versión completa del Decamerón.
Y también puedes leer los Cuentos de Canterbury.